La Gallina Degollada

La Gallina Degollada
Horacio Quiroga
Todo el día, sentados en el patio en un banco, estaban los cuatro hijos idiotas del matrimonio Mazzini-Ferraz. Tenían la lengua entre los labios, los ojos estúpidos y volvían la cabeza con la boca abierta.
El patio era de tierra, cerrado al oeste por un cerco de ladrillos. El banco quedaba paralelo a él, a cinco metros, y allí se mantenían inmóviles, fijos los ojos en los ladrillos. Como el sol se ocultaba tras el cerco, al declinar los idiotas tenían fiesta. La luz enceguecedora llamaba su atención al principio, poco a poco sus ojos se animaban; se reían al fin estrepitosamente, congestionados por la misma hilaridad ansiosa, mirando el sol con alegría bestial, como si fuera comida.
Otra veces, alineados en el banco, zumbaban horas enteras, imitando al tranvía eléctrico. Los ruidos fuertes sacudían asimismo su inercia, y corrían entonces, mordiéndose la lengua y mugiendo, alrededor del patio. Pero casi siempre estaban apagados en un sombrío letargo de idiotismo, y pasaban todo el día sentados en su banco, con las piernas colgantes y quietas, empapando de glutinosa saliva el pantalón.
El mayor tenía doce años, y el menor ocho. En todo su aspecto sucio y desvalido se notaba la falta absoluta de un poco de cuidado maternal.
Esos cuatro idiotas, sin embargo, habían sido un día el encanto de sus padres. A los tres meses de casados, Mazzini y Berta orientaron su estrecho amor de marido y mujer, y mujer y marido, hacia un porvenir mucho más vital: un hijo: ¿Qué mayor dicha para dos enamorados que esa honrada consagración de su cariño, libertado ya del vil egoísmo de un mutuo amor sin fin ninguno y, lo que es peor para el amor mismo, sin esperanzas posibles de renovación?
Así lo sintieron Mazzini y Berta, y cuando el hijo llegó, a los catorce meses de matrimonio, creyeron cumplida su felicidad. La criatura creció bella y radiante, hasta que tuvo año y medio. Pero en el vigésimo mes sacudiéronlo una noche convulsiones terribles, y a la mañana siguiente no conocía más a sus padres. El médico lo examinó con esa atención profesional que está visiblemente buscando las causas del mal en las enfermedades de los padres.
Después de algunos días los miembros paralizados recobraron el movimiento; pero la inteligencia, el alma, aun el instinto, se habían ido del todo; había quedado profundamente idiota, baboso, colgante, muerto para siempre sobre las rodillas de su madre.
—¡Hijo, mi hijo querido! —sollozaba ésta, sobre aquella espantosa ruina de su primogénito.
El padre, desolado, acompañó al médico afuera.
—A usted se le puede decir; creo que es un caso perdido. Podrá mejorar, educarse en todo lo que le permita su idiotismo, pero no más allá.
—¡Sí!... ¡Sí! —asentía Mazzini—. Pero dígame: ¿Usted cree que es herencia, que?...
—En cuanto a la herencia paterna, ya le dije lo que creía cuando vi a su hijo. Respecto a la madre, hay allí un pulmón que no sopla bien. No veo nada más, pero hay un soplo un poco rudo. Hágala examinar bien.
Con el alma destrozada de remordimiento, Mazzini redobló el amor a su hijo, el pequeño idiota que pagaba los excesos del abuelo. Tuvo asimismo que consolar, sostener sin tregua a Berta, herida en lo más profundo por aquel fracaso de su joven maternidad.
Como es natural, el matrimonio puso todo su amor en la esperanza de otro hijo. Nació éste, y su salud y limpidez de risa reencendieron el porvenir extinguido. Pero a los dieciocho meses las convulsiones del primogénito se repetían, y al día siguiente amanecía idiota.
Esta vez los padres cayeron en honda desesperación. ¡Luego su sangre, su amor estaban malditos! ¡Su amor, sobre todo! Veintiocho años él, veintidós ella, y toda su apasionada ternura no alcanzaba a crear un átomo de vida normal. Ya no pedían más belleza e inteligencia como en el primogénito; ¡pero un hijo, un hijo como todos!
Del nuevo desastre brotaron nuevas llamaradas del dolorido amor, un loco anhelo de redimir de una vez para siempre la santidad de su ternura. Sobrevinieron mellizos, y punto por punto repitióse el proceso de los dos mayores.
Mas, por encima de su inmensa amargura, quedaba a Mazzini y Berta gran compasión por sus cuatro hijos. Hubo que arrancar del limbo de la más honda animalidad, no ya sus almas, sino el instinto mismo abolido. No sabían deglutir, cambiar de sitio, ni aun sentarse. Aprendieron al fin a caminar, pero chocaban contra todo, por no darse cuenta de los obstáculos. Cuando los lavaban mugían hasta inyectarse de sangre el rostro. Animábanse sólo al comer, o cuando veían colores brillantes u oían truenos. Se reían entonces, echando afuera lengua y ríos de baba, radiantes de frenesí bestial. Tenían, en cambio, cierta facultad imitativa; pero no se pudo obtener nada más. Con los mellizos pareció haber concluido la aterradora descendencia. Pero pasados tres años desearon de nuevo ardientemente otro hijo, confiando en que el largo tiempo transcurrido hubiera aplacado a la fatalidad.
No satisfacían sus esperanzas. Y en ese ardiente anhelo que se exasperaba, en razón de su infructuosidad, se agriaron. Hasta ese momento cada cual había tomado sobre sí la parte que le correspondía en la miseria de sus hijos; pero la desesperanza de redención ante las cuatro bestias que habían nacido de ellos, echó afuera esa imperiosa necesidad de culpar a los otros, que es patrimonio específico de los corazones inferiores.
Iniciáronse con el cambio de pronombre: tus hijos. Y como a más del insulto había la insidia, la atmósfera se cargaba.
—Me parece —díjole una noche Mazzini, que acababa de entrar y se lavaba las manos—que podrías tener más limpios a los muchachos.
Berta continuó leyendo como si no hubiera oído.
—Es la primera vez —repuso al rato— que te veo inquietarte por el estado de tus hijos.
Mazzini volvió un poco la cara a ella con una sonrisa forzada:
—De nuestros hijos, ¿me parece?
—Bueno; de nuestros hijos. ¿Te gusta así? —alzó ella los ojos.
Esta vez Mazzini se expresó claramente:
—¿Creo que no vas a decir que yo tenga la culpa, no?
—¡Ah, no! —se sonrió Berta, muy pálida— ¡pero yo tampoco, supongo!... ¡No faltaba más!... —murmuró.
—¿Qué, no faltaba más?
—¡Que si alguien tiene la culpa, no soy yo, entiéndelo bien! Eso es lo que te quería decir.
Su marido la miró un momento, con brutal deseo de insultarla.
—¡Dejemos! —articuló, secándose por fin las manos.
—Como quieras; pero si quieres decir...
—¡Berta!
—¡Como quieras!
Este fue el primer choque y le sucedieron otros. Pero en las inevitables reconciliaciones, sus almas se unían con doble arrebato y locura por otro hijo.
Nació así una niña. Vivieron dos años con la angustia a flor de alma, esperando siempre otro desastre. Nada acaeció, sin embargo, y los padres pusieron en ella toda su complaciencia, que la pequeña llevaba a los más extremos límites del mimo y la mala crianza.
Si aún en los últimos tiempos Berta cuidaba siempre de sus hijos, al nacer Bertita olvidóse casi del todo de los otros. Su solo recuerdo la horrorizaba, como algo atroz que la hubieran obligado a cometer. A Mazzini, bien que en menor grado, pasábale lo mismo.
No por eso la paz había llegado a sus almas. La menor indisposición de su hija echaba ahora afuera, con el terror de perderla, los rencores de su descendencia podrida. Habían acumulado hiel sobrado tiempo para que el vaso no quedara distendido, y al menor contacto el veneno se vertía afuera. Desde el primer disgusto emponzoñado habíanse perdido el respeto; y si hay algo a que el hombre se siente arrastrado con cruel fruición, es, cuando ya se comenzó, a humillar del todo a una persona. Antes se contenían por la mutua falta de éxito; ahora que éste había llegado, cada cual, atribuyéndolo a sí mismo, sentía mayor la infamia de los cuatro engendros que el otro habíale forzado a crear.
Con estos sentimientos, no hubo ya para los cuatro hijos mayores afecto posible. La sirvienta los vestía, les daba de comer, los acostaba, con visible brutalidad. No los lavaban casi nunca. Pasaban casi todo el día sentados frente al cerco, abandonados de toda remota caricia.
De este modo Bertita cumplió cuatro años, y esa noche, resultado de las golosinas que era a los padres absolutamente imposible negarle, la criatura tuvo algún escalofrío y fiebre. Y el temor a verla morir o quedar idiota, tornó a reabrir la eterna llaga.
Hacía tres horas que no hablaban, y el motivo fue, como casi siempre, los fuertes pasos de Mazzini.
—¡Mi Dios! ¿No puedes caminar más despacio? ¿Cuántas veces?. . .
—Bueno, es que me olvido; ¡se acabó! No lo hago a propósito.
Ella se sonrió, desdeñosa: —¡No, no te creo tanto!
—Ni yo, jamás, te hubiera creído tanto a ti. . . ¡tisiquilla!
—¡Qué! ¿Qué dijiste?...
—¡Nada!
—¡Sí, te oí algo! Mira: ¡no sé lo que dijiste; pero te juro que prefiero cualquier cosa a tener un padre como el que has tenido tú!
Mazzini se puso pálido.
—¡Al fin! —murmuró con los dientes apretados—. ¡Al fin, víbora, has dicho lo que querías!
—¡Sí, víbora, sí! Pero yo he tenido padres sanos, ¿oyes?, ¡sanos! ¡Mi padre no ha muerto de delirio! ¡Yo hubiera tenido hijos como los de todo el mundo! ¡Esos son hijos tuyos, los cuatro tuyos!
Mazzini explotó a su vez.
—¡Víbora tísica! ¡eso es lo que te dije, lo que te quiero decir! ¡Pregúntale, pregúntale al médico quién tiene la mayor culpa de la meningitis de tus hijos: mi padre o tu pulmón picado, víbora!
Continuaron cada vez con mayor violencia, hasta que un gemido de Bertita selló instantáneamente sus bocas. A la una de la mañana la ligera indigestión había desaparecido, y como pasa fatalmente con todos los matrimonios jóvenes que se han amado intensamente una vez siquiera, la reconciliación llegó, tanto más efusiva cuanto hirientes fueran los agravios.
Amaneció un espléndido día, y mientras Berta se levantaba escupió sangre. Las emociones y mala noche pasada tenían, sin duda, gran culpa. Mazzini la retuvo abrazada largo rato, y ella lloró desesperadamente, pero sin que ninguno se atreviera a decir una palabra.
A las diez decidieron salir, después de almorzar. Como apenas tenían tiempo, ordenaron a la sirvienta que matara una gallina.
El día radiante había arrancado a los idiotas de su banco. De modo que mientras la sirvienta degollaba en la cocina al animal, desangrándolo con parsimonia (Berta había aprendido de su madre este buen modo de conservar frescura a la carne), creyó sentir algo como respiración tras ella. Volvióse, y vio a los cuatro idiotas, con los hombros pegados uno a otro, mirando estupefactos la operación... Rojo... rojo...
—¡Señora! Los niños están aquí, en la cocina.
Berta llegó; no quería que jamás pisaran allí. ¡Y ni aun en esas horas de pleno perdón, olvido y felicidad reconquistada, podía evitarse esa horrible visión! Porque, naturalmente, cuando más intensos eran los raptos de amor a su marido e hija, más irritado era su humor con los monstruos.
—¡Que salgan, María! ¡Échelos! ¡Échelos, le digo!
Las cuatro pobres bestias, sacudidas, brutalmente empujadas, fueron a dar a su banco.
Después de almorzar, salieron todos. La sirvienta fue a Buenos Aires, y el matrimonio a pasear por las quintas. Al bajar el sol volvieron;, pero Berta quiso saludar un momento a sus vecinas de enfrente. Su hija escapóse enseguida a casa.
Entretanto los idiotas no se habían movido en todo el día de su banco. El sol había traspuesto ya el cerco, comenzaba a hundirse, y ellos continuaban mirando los ladrillos, más inertes que nunca.
De pronto, algo se interpuso entre su mirada y el cerco. Su hermana, cansada de cinco horas paternales, quería observar por su cuenta. Detenida al pie del cerco, miraba pensativa la cresta. Quería trepar, eso no ofrecía duda. Al fin decidióse por una silla desfondada, pero faltaba aún. Recurrió entonces a un cajón de kerosene, y su instinto topográfico hízole colocar vertical el mueble, con lo cual triunfó.
Los cuatro idiotas, la mirada indiferente, vieron cómo su hermana lograba pacientemente dominar el equilibrio , y cómo en puntas de pie apoyaba la garganta sobre la cresta del cerco, entre sus manos tirantes. Viéronla mirar a todos lados, y buscar apoyo con el pie para alzarse más.
Pero la mirada de los idiotas se había animado; una misma luz insistente estaba fija en sus pupilas. No apartaban los ojos de su hermana, mientras creciente sensación de gula bestial iba cambiando cada línea de sus rostros. Lentamente avanzaron hacia el cerco. La pequeña, que habiendo logrado calzar el pie, iba ya a montar a horcajadas y a caerse del otro lado, seguramente, sintióse cogida de la pierna. Debajo de ella, los ocho ojos clavados en los suyos le dieron miedo.
—¡Soltáme! ¡Déjame! —gritó sacudiendo la pierna. Pero fue atraída.
—¡Mamá! ¡Ay, mamá! ¡Mamá, papá! —lloró imperiosamente. Trató aún de sujetarse del borde, pero sintióse arrancada y cayó.
—Mamá, ¡ay! Ma. . . —No pudo gritar más. Uno de ellos le apretó el cuello, apartando los bucles como si fueran plumas, y los otros la arrastraron de una sola pierna hasta la cocina, donde esa mañana se había desangrado a la gallina, bien sujeta, arrancándole la vida segundo por segundo.
Mazzini, en la casa de enfrente, creyó oír la voz de su hija.
—Me parece que te llama—le dijo a Berta.
Prestaron oído, inquietos, pero no oyeron más. Con todo, un momento después se despidieron, y mientras Bertita a dejar su sombrero, Mazzini avanzó en el patio.
—¡Bertita!
Nadie respondió.
—¡Bertita! —alzó más la voz, ya alterada.
Y el silencio fue tan fúnebre para su corazón siempre aterrado, que la espalda se le heló de horrible presentimiento.
—¡Mi hija, mi hija! —corrió ya desesperado hacia el fondo. Pero al pasar frente a la cocina vio en el piso un mar de sangre. Empujó violentamente la puerta entornada, y lanzó un grito de horror.
Berta, que ya se había lanzado corriendo a su vez al oír el angustioso llamado del padre, oyó el grito y respondió con otro. Pero al precipitarse en la cocina, Mazzini, lívido como la muerte, se interpuso, conteniéndola:
—¡No entres! ¡No entres!
Berta alcanzó a ver el piso inundado de sangre. Sólo pudo echar sus brazos sobre la cabeza y hundirse a lo largo de él con un ronco suspiro.

OTRA VEZ NOS ENCONTRAMOS EN LA ACADEMIA MIS LINDAS NIÑAS Y AHORA AMIGUITAS MIAS, ESTA VEZ PARA HACER ESTA PEQUEÑA LECTURITA Y OBSERVAR LA ORTOGRAFÍA, DE ALLÍ SACARÉ ALGUNAS PALABRITAS PARA UN DICTADITO PARA UN LOGRO DE ORTOGRAFÍA PARA ESTE SEGUNDO PERIODO.

RECURDEN QUE ESPAÑOL ES UNA MATERIA MUY FÁCIL Y TODAS LO GANARÁN.

LAS QUIERO MUCHITO Y NOS VEREMOS.

P.D TAMBIÉN SACAREMOS IDEAS PRINCIPALES PARA UN EJERCICIO DE COMPRENSIÓN DE LECTURA PARA ESTE PERIODO TAMBIÉN.

ACTIVIDAD PARA MIS LINDAS NIÑAS DE NOVENO DE 2011


Recuerden que este tema lo debemos copiar en el cuaderno, porque es de mucha importancia para lo que estamos viendo de expresión oral, ustedes son muy inteligentes y estoy seguro que todas pasaran este logro con las mejores notas. las quiero muchito porque me tratan muy bien y me aceptan con todas mis cosas.

Recursos para una eficiente expresión oral

Técnicas y trucos para hablar en público

Hablar en público o ante los medios de comunicación provoca, con frecuencia, nerviosismo y temores. Es una situación lógica para quien no está habituado.Pero existe un conjunto de recursos, que se engloban en la denominada ciencia de la retórica, que pueden ayudarnos a vencer esos obstáculos y a mejorar nuestra confianza y capacidad para hacer llegar nuestro mensaje de forma nítida, precisa y eficiente.Descartemos, desde el principio, que hablar en público requiere amaneramiento o grandilocuencia. Al contrario: lo mejor es la sencillez y la claridad; el lenguaje más común y conocido por el auditorio al que nos dirigimos. Con un límite infranqueable: la precisión frente a las generalidades; la honestidad de lo que expresemos frente a demagogias fáciles. El recurso permanente al efecticismo descalifica la oratoria más brillante y al orador de mayor perfección lingüística.En definitiva, para comunicar bien hay que cuidar la forma en que se expresan los mensajes, pero hay que ser rigurosos con el fondo, con el contenido. Es decir, el buen orador construye sus discursos con respeto escrupuloso tanto a la forma (el lenguaje que utiliza) como al fondo (lo que verdaderamente piensa, defiende y plantea).

CARACTERÍSTICAS DE UNA BUENA COMUNICACIÓN

Claridad: Exponer ideas concretas y definidas, con frases bien construidas y terminología común y al alcance de los destinatarios. Si hay que emplear palabras que puedan presentar dudas al auditor, mejor detenerse en explicarlas para que puedan ser comprendidas.
Concisión: Utilizar las palabras justas; huir de palabrería. No hay que ser lacónicos, pero tampoco emboscar al destinatario en una farragosa oratoria, por más que sea preciosista.Coherencia: Construir los mensajes de forma lógica, encadenando ordenadamente las ideas y remarcando lo que son hechos objetivos y lo que son opiniones, sean del orador o de otras personas.Sencillez: Tanto en la forma de construir nuestro mensaje como en las palabras empleadas.Naturalidad: Tal vez, lo más difícil de lograr. Requiere una expresión viva y espontánea, lo que no implica vulgaridad o descuido. Es la prueba del dominio del lenguaje y el camino para lograr esa naturalidad, precisamente por una concienzuda preparación de la intervención. Sólo así, con preparación y ensayo, se puede asegurar convenientemente que el mensaje llegue a sus destinatarios de forma precisa y fácilmente comprensible.

¿CÓMO CONSTRUIR BIEN EL MENSAJE? RECURSOS ESTRUCTURALES

De la forma en que se organicen las frases, de las palabras que se utilicen, va a depender en buena medida que el mensaje sea bien comprendido por los destinatarios. Al elegir estas o aquellas palabras, y al construir las frases con una u otra estructura, se está apostando por una determinada forma de llamar la atención del oyente sobre aquellas ideas esenciales que tratamos de comunicar. Equivocar la forma de expresión oral equivale a impedir o cortocircuitar las posibilidades de comunicación.

¿CÓMO PROCEDER? REGLAS ELEMENTALES.

Si se trata de una comunicación coloquial, frases muy cortas, de pocas sílabas. En un discurso, las frases pueden ser más amplias, pero cuidando en su construcción las opciones de "hacer pausas" (para respirar, o para remarcar un concepto) que faciliten su expresión oral, y también su comprensión por el auditorio.B. Para enfatizar las "ideas principales", las repeticiones son una herramienta fundamental de la expresión oral. Repetición no significa reiteración, o monotonía. Se recalca una idea, pero no necesariamente con las mismas palabras, sino con sinónimos.Posibilidades: Empezar varios párrafos con una misma palabra o expresión. Repetir la última palabra de la frase anterior al comenzar una nueva. Terminar una frase recalcando la idea con la que comenzamos. Concluir varias frases de la misma forma. O, repetir un sustantivo, acompañándolo de distintos calificativos.Para el buen uso de este recurso estructural (sin el peligro de caer en el abuso de muletillas, frases hechas, o reiteraciones) lo mejor es preparar y ensayar a fondo la intervención de que se trate. Sólo oyéndonos seremos conscientes de fallos y carencias propias, o de las dificultades que entraña su improvisación.C. Hacer, periódicamente, recapitulaciones de nuestro mensaje, de las ideas fundamentales que se están desarrollando en la intervención pública. Estos resúmenes periódicos evitan que el auditorio se extravíe y aseguran un mejor seguimiento del hilo argumental.D. Exponer paralelismo - o contraposiciones - también ayuda a precisar y clarificar el mensaje que tratamos de comunicar. Enfatiza lo que pretendemos expresar y nos permiten dar al mensaje los contornos y matices que queremos trasladar (razón/emoción; ciencia/experiencia, etc: contrastes.)E. Amplificar una idea de nuestro discurso, bien recurriendo a la síntesis de lo expresado y a su repetición resumida; o bien, recalcando dicha idea desde diferentes puntos de vista. Con ello, se aclara y profundiza el mensaje, y el receptor podrá captar los matices y el conjunto de la idea expresada. Se amplifica recurriendo a ejemplos, comparaciones o contrastes, aclaraciones, o, en ocasiones, con frases hechas.F. Construir la intervención (discurso) de menos a más, en orden acumulativo. Las ideas y mensajes deben seguir un orden ascendente, apoyando cada una de ellas en las anteriormente expresadas a las que, evidentemente, deben aportar algo nuevo. Este orden lógico de construcción del mensaje nos permite, además, ir acrecentando el interés de los destinatarios y mantener su atención a lo largo de la intervención. Es una forma de evitar que "desconecten". (En la comunicación periodística, la gradación es inversa: lo más destacado, al principio, es el titular).G. Si se trata de una intervención larga, es preciso marcar de alguna forma las pausas entre un apartado y otro de la comunicación. entre uno y otro mensaje, en tal caso, conviene introducir "transaciones" se resume lo dicho y se anuncia el camino que va a seguir el discurso; los nuevos conceptos.

ELEGIR LAS PALABRAS INDICADAS. RECURSOS ESTILÍSTICOS

En la expresión oral, lo recomendable es buscar la claridad, la concisión, la sencillez y la naturalidad; todo ello, respetando la coherencia interna del mensaje. Pero esas características no impiden que cada cual tenga, o trate de buscar, un estilo propio fundado en sus específicos recursos y habilidades expresivas.RECUERDA: Para comunicar bien hay que cuidar la forma en que se expresan los mensajes, pero hay que ser rigurosos con el fondo, con el contenido.En la expresión oral y pública, el objetivo es comunicar algo de la mejor manera y con el mayor impacto posible.Para lograrlo, se utilizan recursos estilísticos: expresiones que buscan la mayor expresividad e impacto para captar la atención, y que se separan del lenguaje normal.

CREAR IMÁGENES: UNA BUENA MANERA DE CAPTAR LA ATENCIÓN ¿DE QUÉ FORMA?

1. Llamar por su nombre a las cosas, nombrarlas. Con sustantivos y adjetivos bien elegidos se evoca perfectamente una cosa, una idea.2. Definir o escribir una idea de forma sencilla, destacando los rasgos esenciales.3. Narrar una acción que queremos evocar.4. Recurrir a la comparación o al ejemplo para precisar la idea que queremos transmitir. Tanto la comparación como el ejemplo ayudan a entender lo desconocido a través de lo conocido; o lo abstracto a través de lo concreto. También el recurso a la metáfora ayuda a evocar e identificar aquello que queremos expresar: señala la identidad de una cosa o idea con otras mediante la especificación de sus rasgos comunes.5. Un recurso contrario es la "antítesis", en cuanto aclara lo que queremos expresar -el concepto- por su contraposición o contraste con otras ideas fácilmente identificables. Es una herramienta que contribuye, además, a que la expresión oral gane en ingenio, sorpresa y expresividad.6. Otros recursos estilísticos serían: la "antífrasis", que es decir lo contrario de lo que nuestro interlocutor espera: la 'ironía', combinada con otros recursos gestuales, fonéticos, etc; la 'paradoja', oponiendo dos aspectos contradictorios en apariencia, pero que no lo son en nuestro mensaje; y los 'juegos de palabras', oponiendo términos que suenan igual, pero que tienen un significado diferente.7. Para dar riqueza, color y expresividad al estilo también es posible recurrir a figuras que dan énfasis a aquello que más nos importa destacar: Además de la voz y el gesto, existen recursos estilísticos tales como la 'hipérbole' (deformación), que nos permite presentar una cosa o idea agrandada o empequeñecida para ganar en expresividad o para ridiculizarla; la ponderación retórica o 'exageración' para dar mayor relieve a lo que se quiere destacar, o la atenuación, que al quitar importancia a lo que se dice, lo destaca.8. Personificar, dramatizar o recurrir a lainterrogación son, asímismo, recursos estilísticos de primera magnitud.- al dar vida a cosas inanimadas, se remarca su protagonismo y su interés.- al escenificar una historia, haciendo hablar a sus personajes, ponemos ante los ojos del oyente de forma gráfica lo que nos importa transmitir.- al preguntar en voz alta se trata de reafirmar lo que decimos, multiplicar la resonancia de esa afirmación. La expresión, además, gana en emotividad y persuasión.En definitiva, existen multitud de posibilidades estilísticas que pueden enriquecer la expresión oral, y con ello la comunicación personal para conectar con el auditorio. Se trata de optar por aquellos que, en cada caso, mejor puedan transladar nuestro mensaje.Lo que no debe olvidarse es que, por tratarse de un mensaje oral, el lenguaje ha de ser vivo y natural; que las palabras han de traslucir frescura y espontaneidad. Están permitidas, incluso, incorrecciones gramaticales si con ello se refuerza la expresividad. Y también obviamente, las expresiones populares, los refranes, las frases hechas, etc.

RECUERDA: Para enfatizar las 'ideas principales', las repeticiones son una herramienta fundamental de la expresión oral.

También que como estudies este tema para el ejercicio que realizaremos en estos días, te irá muy bien en el logro que estamos buscando.

Recuerden también que mi intención es que todas ganen el logrito y no tengamos dificultades al terminar el curso.

NOTA: como es un logro de expresión oral, no tiene recuperación leyendo un texto, se recuperará con otro ejercicio de expresión oral.

YA LAS ESTOY QUERIENDO MUCHITOOOOOOOOOOOOO

TEMAS DE LA EXPRESIÓN ORAL PARA MIS LINDAS NIÑAS DE NOVENO 2011

TEMAS DE LA EXPRESIÓN ORAL PARA MIS LINDAS NIÑAS DE
octavo 2010

RECUERDEN MIS QUERIDAS NIÑAS QUE TODO ESTE TRABAJO SE PREPARARÁ EN CLASE.

TANTO LA PARTE ESCRITA, COMO LA PARTE ORAL. PARA INICIAR EL EJERCICIO SE TOMARÁN TODOS LOS TEMAS A SUERTE Y CADA EXPOSICIÓN DURARÁ 6 MINUTOS. SI SON DOS COMPAÑERAS DURARÁ EL DOBLE Y ASÍ SUCESIVAMENTE.

LES DESEO MUCHA SUERTE, Y ESTOY SEGURO QUE TODAS APROBARÁN EL LOGRO PORQUE USTEDES SON MUY INTELIGENTES Y MUY ESTUDIOSAS.

RECUERDEN QUE ESTE LOGRO SE RECUPERA CON OTRO EJERCICIO DE EXPRESIÓN ORAL
SABEN QUE LAS QUIERO MUCHITO.?


1. Escribir una carta a alguno de los personajes del texto hablándole del mismo, o de alguno de los personajes.

2. Escribir una carta al autor del texto, criticándole enérgicamente cada una de los personajes del texto.

3. Hablar sobre un traje especial, que usted cree a alguno de los personajes.
4. Recrear el final de cualquiera de los textos leídos.

5. Comparar dos textos leídos (No resumirlos).

6. Entre dos alumnas, escribir un texto para títeres, haciendo una escena entre dos de los personajes de los textos leídos (si desea lo escribe textualmente)
7 Escribir una canción y cantarla

8. Escribir en la página de un periódico un artículo, donde el personaje principal hable de todos sus compañeros de texto.

9. Con otra compañera, hacer un juicio, una ataque y otra defienda a alguno de los personajes o situación (debe de haber un texto escrito)

10. Escribir una carta a un amigo, criticando la actitud que tomo algún personaje, en cierto momento del texto.

11. Narrar con otra persona como ambos nos logramos meter en el argumento de uno de los textos leídos.

12. Narrar que hubiera hecho yo, en el caso que me sucediera como le sucedió a algunos personajes del texto leído.

13. Dos personajes, uno de entrevistador y otro de entrevistado, hablando sobre uno de los textos leídos (previo libreto aprendido por ambos personajes)

14. Hacer una acusación directa, con una sustentación clara a alguno de los personajes del texto.

15. Preparar un artículo, narrando las actividades que continuará haciendo algún personaje de textos leídos; pero que esté relacionado con el tema del mismo texto.

16. Imaginas que me encontré con el personaje principal del texto y conversé con él sobre las situaciones del texto.

17. Simular frente al grupo ser un vendedor de libros y tratar de vender uno a todos tus compañeras (no es contar el argumento).
RECUERDEN MIS QUERIDAS ALUMNAS DE 10- 5 ACÁDEMICO QUE ESTO ES MUY SENCILLO Y NO SE PREOCUPEN PORQUE CON UN POCO DE TRABAJO Y BUENA VOLUNTAD SACAREMOS ESTA ACTIVIDAD ADELANTE. LAS QUIERO MUCHITO.
CHAOOOOOOOOOOOOO...

ALI BABA Y LOS CUARENTA LADRONES PARA MIS LINDAS NIÑAS DE GRADO NOVENO

ALI BABA Y LOS CUARENTA LADRONES

PARA MIS LINDAS NIÑAS NUEVAS DE GRADO NOVENO.

RECUERDEN MIS QUERIDAS NIÑAS QUE DE ESTA LECTURA SACARÉ UNAS CUANTAS PARA EL EJERCICIO DE ORTOGRAFÍA DE ESTE PERIODO.

PERO NO SE PREOCUPEN QUE ESTO ES MUY FÁCIL Y NO INCIDE EN LAS NOTAS FINALES.

LES CUENTO QUE YA TENGO LAS NOTAS QUE ME PASÓ LA OTRA PREFE Y SOLO ME RESTA MOSTRARLAS A USTEDES PARA DECIDIR QUE HACER.

RECUERDEN LEER EL TEXTO ANTES DEL 30 DE AGOSTO QUE ES EL PLAZO QUE ACABO DE FIJAR PARA DICHO INFORME.

EL INFORME SERÁ ORAL COMO SIEMPRE LO HE HECHO, CON PREGUNTAS MUY FÁCILES.

AL INICIO SE HARÁN DE MEMORIA Y LUEGO ACUDIRÉ A UNAS FICHITAS QUE TENGO PARA HACERLES DICHAS.

CHAOOOOOOOOOOO... Y LAS QUIERO MUCHITO.


Había una vez un señor que se llamaba Alí Babá y que tenía un hermano que se llamaba Kassim. Alí Babá era honesto, trabajador, bueno, leñador y pobre. Kassim era deshonesto, haragán, malo, usurero y rico.Alí Babá tenía una esposa, una hermosa criada que se llamaba Luz de la Noche, varios hijos fuertes y tres mulas. Kassim tenía una esposa y muy mala memoria, pues nunca se acordaba de visitar a sus parientes, ni siquiera para preguntarles si se encontraban bien o si necesitaban algo. En realidad no los visitaba para que no le salieran pidiendo algo.
Un día en que Alí Babá estaba en el bosque cortando leña oyó un ruido que se acercaba y que se parecía al ruido que hacen cuarenta caballos cuando galopan. Se asustó, pero como era curioso trepó a un árbol.
Espiando, vio que eran, efectivamente, cuarenta caballos. Sobre cada caballo venía un ladrón, y cada ladrón tenía una bolsa llena de monedas de oro, vasos de oro, collares de oro y más de mil rubiés, zafiros, ágatas y perlas. Delante de todos iba el jefe de los ladrones.
Los ladrones pasaron debajo de Alí Babá y sofrenaron frente a una gran roca que tenía, más o menos, como una cuadra de alto y que era completamente lisa. Entonces el jefe de los ladrones gritó a la roca: "¡Sésamo: ábrete!". Se oyó un trueno y la roca, como si fuera un sésamo, se abrió por el medio mientras Alí Babá casi se cae del árbol por la emoción. Los ladrones entraron por la abertura de la roca con caballo y todo, y una vez que estuvieron dentro el jefe gritó: "¡Sésamo: ciérrate!". Y la roca se cerró.
"Es indudable -pensó Alí Babá sin bajar del árbol- que esa roca completamente lisa es mágica y que las palabras pronunciadas por el jefe de los ladrones tienen el poder de abrirla. Pero más indudable todavía es que dentro de esa extraña roca tienen esos ladrones su escondite secreto donde guardan todo lo que roban." Y en seguida se oyó otra vez un gran trueno y la roca se abrió. Los ladrones salieron y el jefe gritó: "¡Sésamo: ciérrate!". La roca se cerró y los ladrones se alejaron a todo galope, seguramente para ir a robar en algún lado. Cuando se pedieron de vista, Alí Babá bajó del árbol.
"Yo también entraré en esa roca -pensó-. El asunto será ver si otra persona, pronunciando las palabras mágicas, puede abrirla." Entonces, con todas las fuerzas que tenía, gritó: "¡Sésamo: ábrete!". Y la roca se abrió.
Después de tardar lo que se tarda en parpadear, se lanzó por la puerta mágica y entró. Y una vez dentro se encontró con el tesoro más grande del mundo. "¡Sésamo: ciérrate!", dijo después. La roca se cerró con Alí Babá dentro y él, con toda tranquilidad, se ocupó de meter en una bolsa una buena cantidad de monedas de oro y rubiés. No demasiado: lo suficiente como para asegurarse la comida de un año y tres meses. Después dijo: "¡Sésamo ábrete!". La roca se abrió y Alí Babá salió con la bolsa al hombro. Dijo: "¡Sésamo: ciérrate!" y la roca se cerró y él volvió a su casa, cantando de alegría. Pero cuando su esposa lo vio entrar con la bolsa se puso a llorar.
-¿A quién le robaste eso? -gimió la mujer.
Y siguió llorando. Pero cuando Alí Babá le contó la verdadera historia, la mujer se puso a bailar con él.
-Nadie debe enterarse que tenemos este tesoro -dijo Alí Babá-, porque si alguien se entera querrá saber de dónde lo sacamos, y si le decimos de dónde lo sacamos querrá ir también él a esa roca mágica, y si va puede ser que los ladrones lo descubran, y si lo descubren terminarán por descubrirnos a nosotros. Y si nos descubren a nosotros nos cortarán la cabeza. Enterremos todo esto.
-Antes contemos cuántas monedas y piedras preciosas hay -dijo la mujer de Alí Babá.
-¿Y terminar dentro de diez años? ¡Nunca! -le contestó Alí Babá.
-Entonces pesaré todo esto. Así sabré, al menos aproximadamente, cuánto tenemos y cuánto podremos gastar -dijo la mujer.
Y agregó:
-Pediré prestada una balanza.
Desgraciadamente, la mujer de Alí Babá tuvo la mala idea de ir a la casa de Kassim y pedir prestada la balanza. Kassim no estaba en ese momento, pero sí su esposa.
-¿Y para qué quieres la balanza? -le preguntó la mujer de Kassim a la mujer de Alí Babá.
-Para pesar unos granos -contestó la mujer de Alí Babá.
"¡Qué raro! -pensó la mujer de Kassim-. Éstos no tienen ni para caerse muertos y ahora quieren una balanza para pesar granos. Eso sólo lo hacen los dueños de los grandes graneros o los ricos comerciantes que venden granos."
-¿Y qué clase de granos vas a pesar? - le preguntó la mujer de Kassim después de pensar lo que pensó.
-Pues granos... -le contestó la mujer de Alí Babá.
-Voy a prestarte la balanza -le dijo la mujer de Kassim.
Pero antes de prestársela, y con todo disimulo, la mujer de Kassim untó con grasa la base de la balanza.
"Algunos granos se pegarán en la grasa, y asi descubriré qué estuvieron pesando realmente", pensó la mujer de Kassim.
Alí Babá y su mujer pesaron todas las monedas y las piedras preciosas. Después devolvieron la balanza. Pero un rubí había quedado pegado a la grasa.-De manera que éstos son los granos que estuvieron pesando -masculló la mujer de Kassim-
Se lo mostraré a mi marido.
Y cuando Kassim vio el rubí, casi se muere del disgusto.
Y él, que nunca se acordaba de visitar a Alí Babá, fue corriendo a buscarlo. Sin saludar a nadie, entró en la casa de su hermano en el mismo momento en que estaban por enterrar el tesoro.
-¡Sinvergüenzas! -gritó-. Ustedes siempre fueron unos pobres gatos. Díganme de dónde sacaron ese maravilloso tesoro si no quieren que los denuncie a la policía.
Y se puso a patalear de rabia. Alí Babá, resignado, comprendió que lo mejor sería contarle la verdad.
-Mañana mismo iré hasta esa roca y me traeré todo a mi casa -dijo Kassim cuando terminaron de explicarle.
A la mañana siguiente, Kassim estaba frente a la roca dispuesto a pronunciar las palabras mágicas.
Había llevado 12 mulas y 24 bolsas; tanto era lo que pensaba sacar.
-¿Qué era lo que tenía que decir? -se preguntó Kassim-. Ah, sí, ahora recuerdo... Y muy emocionado exclamó: "¡Sésamo: ábrete!".
La roca se abrió y Kassim entró. Después dijo "Sésamo: ciérrate", y la roca se cerró con él dentro.
Una hora estuvo Kassim parado frente a las montañas de moneda de oro y de piedras preciosas.
"Aunque tenga que venir todos los días -pensó-, no dejaré la más mínima cosa de valor que haya aquí. Me lo voy a llevar todo a mi casa." Y se puso a morder las monedas para ver si eran falsas. Después empezó a elegir entre las piedras preciosas. "Aunque me las llevaré todas, es mejor que empiece por las más grandes, no vaya a ser que por h o por b mañana no pueda venir y me quede sin las mejores." La elección le llevó unas cinco horas. Pero en ningún momento se sintió cansado. "Es el trabajo más hermoso que hice en mi vida. Gracias al tonto de mi hermano, me he convertido en el hombre más rico del mundo." Y cuando cargó las 24 bolsas se dispuso a partir.
-¿Qué era lo que tenía que decir? -se preguntó-. Ah, sí ahora recuerdo... Y muy emocionado dijo: "Alpiste: ábrete".
Pero la roca ni se movió.
-¡Alpiste: ábrete! -repitió Kassim.
Pero la roca no obedeció.
-Por Dios -dijo Kassim-, olvidé el nombre de la semilla. ¿Por qué no lo habré anotado en un papelito?
Y, desesperado, empezó a pronunciar el nombre de todas las semillas que recordaba: "Cebada: ábrete"; "Maíz: ábrete"; "Garbanzo: ábrete".
Al final, totalmente asustado, ya no sabía qué decir: "Zanahoria: ábrete"; "Coliflor: ábrete"; "Calabaza: ábrete".
Hasta que la roca se abrió. Pero no por Kassim sino por los cuarenta ladrones que regresaban. Y cuando vieron a Kassim, le cortaron la cabeza.
-¿Cómo habrá entrado aquí? -preguntó uno de los ladrones.
-Ya lo averiguaremos -dijo el jefe-. Ahora salgamos a robar otra vez.
Y se fueron a robar, después de dejar bien cerrada la roca.
Pero Alí Babá estaba preocupado porque Kassim no regresaba. Entonces fue a buscarlo a la roca.
Dijo "Sésamo: ábrete", y cuando entró vio a Kassim muerto. Llorando, se lo llevó a su casa para darle sepultura. Pero había un problema: ¿qué diría a los vecinos? Si contaba que Kassim había sido muerto por los ladrones se descubriría el secreto, y eso, ya lo sabemos, no convenía.
-Digamos que murió de muerte natural -dijo Luz de la Noche.¿Cómo vamos a decir eso? Nadie se muere sin cabeza -dijo Alí Babá.-Yo lo resolveré -dijo Luz de la Noche, y fue a buscar a un zapatero.

Camina que camina, llegó a la casa del zapatero. "Zapatero -le dijo-, voy a vendarte los ojos y te llevaré a mi casa." "Eso nunca -le contestó el zapatero-. Si voy, iré con los ojos bien libres." "No", repuso Luz de la Noche. Y le dio una moneda de oro. "¿Y para qué quieres vendarme los ojos?", preguntó el zapatero. "Para que no veas adónde te llevo y no puedas decir a nadie dónde queda mi casa", dijo Luz de la Noche, y le dio otra moneda de oro. "¿Y qué tengo que hacer en tu casa?" preguntó el zapatero. "Coser a un muerto", le explicó Luz de la Noche. "Ah, no -dijo el zapatero-, eso sí que no", y tendió la mano para que Luz de la Noche le diera otra moneda.
-Está bien -dijo el zapatero después de recibir la moneda-, vamos a tu casa. Y fueron. El zapatero cosió la cabeza del muerto, uniéndola. Y todo lo hizo con los ojos vendados. Finalmente volvió a su casa acompañado por Luz de la Noche y allí se quitó la venda.
-No cuentes a nadie lo que hiciste -le advirtió Luz de la Noche.
Y se fue contenta, porque con su plan ya estaba todo resuelto. De manera que cuando los vecinos fueron informados que Kassim había muerto, nadie sospechó nada.
Y eso fue lo que pasó con Kassim, el malo, el haragán, el de mala memoria. Pero resulta que los ladrones volvieron a la roca y vieron que Kassim no estaba. Ninguno de los ladrones era muy inteligente que digamos, pero el jefe dijo:
-Si el muerto no está, quiere decir que alguien se lo llevó.
-Y si alguien se lo llevó, quiere decir que alguien salió de aquí llevándoselo -dijo otro ladrón.
-Pero si alguien salió de aquí llevándoselo, quiere decir que primero entró alguien que después se lo llevó -dijo el jefe de los ladrones.
-¿Pero cómo va a entrar alguien si para entrar tiene que pronunciar las palabras mágicas secretas, que por ser secretas nadie conoce? -dijo otro ladrón.
Después de cavilar hasta el anochecer, el jefe dijo:
-Quiere decir que si alguien salió llevándose a ese muerto, quiere decir que antes de salir entró, porque nadie puede salir de ningún lado si antes no entra. Quiere decir que el que entró pronunció las palabras secretas.
-¿Y eso qué quiere decir? -preguntaron los otros 39 ladrones.
-¡Quiere decir que alguien descubrió el secreto! -contestó el jefe.
-¿Y eso qué quiere decir? -preguntaron los 39.
-¡Que hay que cortarle la cabeza!
-¡Muy bien! ¡Cortémosela ahora mismo!
Y ya salían a cortarle la cabeza cuando el jefe dijo: "Primero tenemos que saber quién es el que descrubrió nuestro secreto. Uno de ustedes debe ir al pueblo y averiguarlo."
-Yo iré -dijo el ladrón número 39. (El número 40 era el jefe).
Cuando el ladrón número 39 llegó al pueblo, pasó frente al taller de un zapatero y entró. Dio la casualidad de que era el zapatero que ya sabemos.
-Zapatero -dijo el ladrón número 39-, estoy buscando a un muerto que se murió hace poco.¿No lo viste?
-¿Uno sin cabeza? - preguntó el zapatero.
-El mismo -dijo el ladrón número 39.
-No, no lo vi -dijo el zapatero.
-De mí no se ríe ningún zapatero -dijo el ladrón-. Bien sabes de quién hablo.
-Sí que sé, pero juro que no lo vi.
Y el zapatero le contó todo.
-Qué lástima -se lamentó el 39-, yo quería recompensarte con esta linda bolsita. Y le mostró una bolsita llena de moneditas de oro.
-Un momento -dijo el zapatero-, yo no vi nada, pero debes saber que los ciegos tienen muy desarrollados sus otros sentidos. Cuando me vendaron los ojos, súbitamente se me desarrolló el sentido del olfato. Creo que por el olor podría reconocer la casa a la que me llevaron.
Y agregó: "Véndame los ojos y sígueme. Me guiaré por mi nariz".
Así se hizo. Con su nariz al frente fue el zapatero oliendo todo. Detrás de él iba el ladrón número 39. Hasta que se pararon frente a una casa. "Es ésta -dijo el zapatero-. La reconozco por el olor de la leña que sale de ella."
-Muy bien -respondió el ladrón número 39-.
Haré una marca en la puerta para que pueda guiar a mis compañeros hasta aquí y cumplir nuestra venganza amparados por la oscuridad de la noche.
Y el ladrón hizo una cruz en la puerta. Después, ladrón y zapatero se fueron, cada cual por su camino. Pero Luz de la Noche había visto todo. Entonces salio a la calle y marcó la puerta de todas las casas con una cruz igual a la que había hecho el ladrón. Después se fue a dormir muy tranquila.
-Jefe -dijo el ladrón número 39 cuando volvió a la guarida secreta-, con ayuda de un zapatero descubrí la casa del que sabe nuestro secreto y ahora puedo conducirlos hasta ese lugar.
-¿Aun en la oscuridad de la noche? ¿No te equivocarás de casa? -preguntó el jefe.
-No. Porque marqué la puerta con una cruz.
-Vamos -dijeron todos.
Y blandiendo sus alfanjes se lanzaron a todo galope.
-Ésta es la casa -dijo el ladrón número 39 cuando llegaron a la primera puerta del pueblo.
-¿Cuál? -preguntó el jefe.
-La que tiene la cruz en la puerta.
-¡Todas tienen una cruz! ¿Cuántas puertas marcaste?
El ladrón número 39 casi se desmaya. Pero no tuvo tiempo porque el jefe, enfurecido, le cortó la cabeza. Y, sin pérdida de tiempo, ordenó el regreso. No querían levantar sospechas.
-Alguien tiene que volver al pueblo, hablar con ese zapatero y tratar de dar con la casa.
-Iré yo -dijo el ladrón número 38.
Y fue.
Y encontró la casa del zapatero. Y el zapatero se hizo vendar los ojos. Y le señaló la casa. Y el ladrón número 38 hizo una cruz en la puerta. Pero de color rojo y tan chiquita que apenas se veía. Después, zapatero y ladrón se fueron, cada cual por su camino.
Pero Luz de la Noche vio todo y repitió la estratagema anterior: en todas las puertas de la vecindad marcó una cruz roja, igual a la que había hecho el bandido.
-Jefe, ya encontré la casa y puedo guiarlos ahora mismo -dijo el ladrón número 38 cuando volvió a la roca mágica.
-¿No te confundirás? -dijo el jefe.
-No, porque hice una cruz muy pequeña, que solo yo sé cuál es.
Y los treinta y nueve ladrones salieron a todo galope.
-Esta es la casa -dijo el ladrón número 38 cuando llegaron a la primera puerta del pueblo.
-¿Cuál? -preguntó el jefe.
-La que tiene esa pequeña cruz colorada en la puerta.
-Todas tienen una pequeña cruz colorada en la puerta -dijo el jefe de los bandidos. Y le cortó la cabeza.
Después el jefe dijo: "Mañana hablaré yo con ese zapatero". Y ordenó el regreso. Al día siguiente el jefe de los ladrones buscó al zapatero. Y lo encontró. Y el zapatero se hizo vendar los ojos. Y lo guió. Y le mostró la casa. Pero el jefe no hizo ninguna cruz en la puerta ni otra señal. Lo que hizo fue quedarse durante diez minutos mirando bien la casa.
-Ahora soy capaz de reconocerla entre diez mil casas parecidas.
Y fue en busca de sus muchachos.
-Ladrones -les dijo-, para entrar en la casa del que descubrió nuestro secreto y cortarle la cabeza sin ningún problema, me disfrazaré de vendedor de aceite. En cada caballo cargaré dos tinas de aceite sin aceite. Cada uno de ustedes se esconderá en una tina y cuando yo dé la orden ustedes saldrán de la tina y mataremos al que descubrió nuestro secreto y a todos los que salgan a defenderlo.
-Muy bien -dijeron los ladrones.
Los caballos fueron cargados con las tinas y cada ladrón se metió en una de ellas. El jefe se disfrazó de vendedor de aceite y después tapó las tinas.
Esa tarde los 38 ladrones entraron en el pueblo. Todos los que los vieron entrar pensaban que se trataba de un vendedor que traía 37 tinas de aceite.
Llegaron a la casa de Alí Babá y el jefe de los ladrones pidió permiso para pasar.
-¿Quién eres? -preguntó Alí Babá.
-Un pacífico vendedor de aceite -dijo el jefe de los bandidos-. Lo único que te pido es albergue, para mí y para mis caballos.
-Adelante, pacífico vendedor -dijo Alí Babá.
Y les dio albergue. Y también comida, y dulces y licores. Pero el jefe de los ladrones lo único que quería era que llegara la noche para matar a Alí Babá y a toda su familia.
Y la noche llegó.
Pero resulta que hubo que encender las lámparas.
"Nos hemos quedado sin una gota de aceite -dijo Luz de la Noche-, y no puedo encender las lámparas. Por suerte hay en casa un vendedor de aceites; sacaré un poco de esas grandes tinas que él tiene."
Luz de la Noche tomó un pesado cucharón de cobre y fue hasta la primera tina y levantó la tapa. El ladrón que estaba adentro creyó que era su jefe que venía a buscarlo para lanzarse al ataque, y asomó la cabeza.
-¡Qué aceite más raro! -exclamó Luz de la Noche, y le dio con el cucharón en la cabeza.
El ladrón no se levantó más.
Luz de la Noche fue hasta la segunda tina y levantó la tapa, y otro ladrón asomó la cabeza, creyendo que era su jefe.
-Un aceite con turbantes -dijo Luz de la Noche.
Y le dio con el cucharón. El ladrón no se levantó más. Tina por tina recorrió Luz de la Noche, y en todas le pasó lo mismo. A ella y al que estaba adentro. Enojadísima, fue a buscar al vendedor de aceite, y blandiendo el cucharón le dijo:
-Es una vergüenza. No encontré ni una miserable gota de aceite en ninguna de sus tinas. ¿Con qué enciendo ahora mis lámparas?
Y le dio con el cucharón en la cabeza.
El jefe de los ladrones cayó redondo.
-¿Por qué tratas así a mis huéspedes? -preguntó Ali Babá.
Entonces Luz de la Noche quitó el disfraz al jefe de la banda y todo quedó aclarado. Como es de imaginar, los ladrones recibieron su merecido.
Y eso fue lo que pasó con ellos.
En cuanto a Alí Babá, dicen que al día siguiente fue a buscar algunas monedas de oro a la roca, y que cuando llegó no encontró nada: la roca había desaparecido, con tesoro y todo.

LES DOY UNA CALUROSA BIENVENIDA A MIS NUEVAS ALUMNAS DE NOVENO.
YO ESTOY SEGURO QUE NOS VA A IR MUY BIEN ESTA AÑO EN MUCHOS ASPECTOS:
EN NUESTRA AMISTAD, EN NUESTRAS RELACIONES, EN EL ASPECTO ACADÈMICO EN LOS ASPECTOS DISCIPLINARIOS Y EN MUCHAS OTRAS COSAS MÀS.

LES DESEO LO MEJOR EN TODO ESTE AÑO OJALÀ QUE NADIE PIERDA LA MATERIA, PORQUE ESTO CONMIGO ES DEMASIADO FÀCIL SOLO HAY QUE COGERLE EL TIRO Y YA.

DEBE PROCURAR CUMPLIR CON TODO LO PROPUESTO Y YA.

EL PRIMER EJERCICIO PARA CALIFICAR LO VAMOS A HACER DE ESTA LECTURITA, SOLO ES MIRAR LAS PALABRAS DE DUDOSA ORTOGRAFÌA Y LE HARÈ UN DICTADITO DE ALLÌ.

CHAITOOOOOOOOOOOOOO...Y LAS VOY A EMPEZAR A QUERER MUCHITO.


José Asunción Silva


Una noche,Una noche toda llena de perfumes, de murmullos y de músicas de alas,Una noche,En que ardían en la sombra nupcial y húmeda las luciérnagas fantásticas,A mi lado, lentamente, contra mí ceñida toda,Muda y pálidaComo si un presentimiento de amarguras infinitas,Hasta el más secreto fondo de tus fibras te agitara,Por la senda florecida que atraviesa la llanuraCaminabas,Y la luna llenaPor los cielos azulosos, infinitos y profundos esparcía su luz blanca,Y tu sombraFina y lánguida,Y mi sombraPor los rayos de la luna proyectadaSobre las arenas tristesDe la senda se juntabanY eran unaY eran una¡Y eran una sola sombra larga!¡Y eran una sola sombra larga!¡Y eran una sola sombra larga...!
Esta nocheSolo; el almaLlena de infinitas amarguras y agonías de tu muerte,Separado de ti misma, por la sombra, por el tiempo y la distancia,Por el infinito negro,Donde nuestra voz no alcanza,Solo y mudoPor la senda caminaba...Y se oían los ladridos de los perros a la luna,A la luna pálidaY el chirrido de las ranas...
Sentí frío. Era el frío que tenían en la alcobaTus mejillas y tus sienes y tus manos adoradas,Entre las blancuras níveasDe las mortuorias sábanas!Era el frío del sepulcro, era el frío de la muerte,Era el frío de la nada...Y mi sombraPor los rayos de la luna proyectada,Iba sola,Iba sola,¡Iba sola por la estepa solitaria!Y tu sombra, esbelta y ágilFina y lánguida,Como en esa noche tibia de la muerta primavera,Como en esa noche llena de perfumes, de murmullos y de músicas de alas,Se acercó y marchó con ella,Se acercó y marchó con ella,Se acercó y marchó con ella...¡Oh las sombras enlazadas!¡Oh las sombras de los cuerpos que se juntan con las sombras de las almas!¡Oh las sombras que se buscan y se juntan en las noches de negruras y de lágrimas...!

HOLA... PARA TODAS MIS LINDAS ALUMNAS DE NOVENO

HOLA... PARA TODAS MIS LINDAS ALUMNAS DE NOVENO

INICIAMOS UNA NUEVA ETAPA EN LA LENGUA CASTELLANA EN LA INSTITUCIÓN,
NO ES NADA NUEVO, PORQUE YA NOS HABIAMOS VISTO Y SOPOTADO EN AÑOS ANTERIORES.

MIS LINDAS NIÑAS, NO NOS TENEMOS QUE PREOCUPAR MUCHO POR LA MATERIA, PORQUE TODAS USTEDES SABEN QUE ESTO CONMIGO ES MUY FÁCIL, Y LAS POCAS QUE NO ME CONOCEN, YA LES HABRÁN CONTADO DE LOS BENEFICIOS DE ESPAÑOL CON ARBEY.

SOLO SE TRATA DE LEER UN POCO Y TRABAJAR MUCHO EN CLASE, PORQUE LOS TRABAJOS PARA LAS CASAS Y LOS FINES DE SEMANA SE ACABARAN.

SOLO QUERIA SALUDARLAS Y DARLES UNA BIENVENIDA A ESTE NOVEDOSO SISTEMA DE TRABAJO QUE ES MUY PRÁCTICO Y ESTO ES LO QUE A USTEDES LES GUSTA( EL BLOG)

SOLO QUE COMPARTIREMOS EL BLOG CON LAS ALUMNAS DE NOVENO, PERO NO LE VEO NINGUNA DIFICULTAD.

YA SABEN QUE DESDE AÑOS PASADOS LAS QUIERO MUCHO.

LISTA DE TEXTOS A LEER.

- NOTICIA DE UN SECUESTRO---G.G. MÁRQUEZ
- PIEL DE ZAPA---HONORATO DE BALZAC
- NIEBLA---MIGUEL DE UNAMUNO
- EL SEÑOR PRESIDENTE---MIGUEL ANGEL ASTURIAS
- DEMIAN---HERMAN HESSE
- LA BRUJA---GERMÁN CASTRO CAICEDO
- PERDIDO EN EL AMAZONAS---GERMÁN CASTRO CAICEDO
- DEL AMOR Y OTROS DEMONIOS---G.G. MÁRQUEZ
- LA CIUDAD Y LOS PERROS---MARIO VARGAS LLOSA
- EL DIVINO---GUSTAVO ALVAREZ GARDEAZÁBAL

Y...LISTO .

ES QUE SOMOS MUY POBRES

HOLA MIS LINDAS NIÑAS DE NOVENO
AHORA LAS ESTOY APRENDIENDO A QUERER MAS DE LO ACOSTUMBRADO.
TODAS USTEDES SON UNAS NIÑAS MUY LINDAS, CON UNA GRAN CANTIDAD DE CUALIDADES Y DEFINITIVAMENTE SON LO MEJOR.
LAS ESTOY APRENDIENDO A QUERER MUCHITO.

RECUERDEN:

1 LEEN EL CUENTECITO MUY BIEN
2 LO VUELVEN A LEER.
3 MIRAN LAS PALABRAS DE DUDOSA ORTOGRAFIA.
4 SE MENTALIZAN QUE ESTA MATERIA EN LA MAS FACIL DE TODAS.
5 SE CREAN LA NECESIDAD QUE TODAS GANARAN EL EJERCICIO.
6 RECUERDEN QUE EL EJERCICIO ES DE ACENTUACION DE PALABRAS

Juan Rulfo(México, 1918-1986)Es que somos muy pobres(El Llano en llamas, 1953)
Aquí todo va de mal en peor. La semana pasada se murió mi tía Jacinta, y el sábado, cuando ya la habíamos enterrado y comenzaba a bajársenos la tristeza, comenzó a llover como nunca. A mi papá eso le dio coraje, porque toda la cosecha de cebada estaba asoleándose en el solar. Y el aguacero llegó de repente, en grandes olas de agua, sin darnos tiempo ni siquiera a esconder aunque fuera un manojo; lo único que pudimos hacer, todos los de mi casa, fue estarnos arrimados debajo del tejaván, viendo cómo el agua fría que caía del cielo quemaba aquella cebada amarilla tan recién cortada. Y apenas ayer, cuando mi hermana Tacha acababa de cumplir doce años, supimos que la vaca que mi papá le regaló para el día de su santo se la había llevado el río. El río comenzó a crecer hace tres noches, a eso de la madrugada. Yo estaba muy dormido y, sin embargo, el estruendo que traía el río al arrastrarse me hizo despertar en seguida y pegar el brinco de la cama con mi cobija en la mano, como si hubiera creído que se estaba derrumbando el techo de mi casa. Pero después me volví a dormir, porque reconocí el sonido del río y porque ese sonido se fue haciendo igual hasta traerme otra vez el sueño. Cuando me levanté, la mañana estaba llena de nublazones y parecía que había seguido lloviendo sin parar. Se notaba en que el ruido del río era más fuerte y se oía más cerca. Se olía, como se huele una quemazón, el olor a podrido del agua revuelta. A la hora en que me fui a asomar, el río ya había perdido sus orillas. Iba subiendo poco a poco por la calle real, y estaba metiéndose a toda prisa en la casa de esa mujer que le dicen la Tambora. El chapaleo del agua se oía al entrar por el corral y al salir en grandes chorros por la puerta. La Tambora iba y venía caminando por lo que era ya un pedazo de río, echando a la calle sus gallinas para que se fueran a esconder a algún lugar donde no les llegara la corriente. Y por el otro lado, por donde está el recodo, el río se debía de haber llevado, quién sabe desde cuándo, el tamarindo que estaba en el solar de mi tía Jacinta, porque ahora ya no se ve ningún tamarindo. Era el único que había en el pueblo, y por eso nomás la gente se da cuenta de que la creciente esta que vemos es la más grande de todas las que ha bajado el río en muchos años. Mi hermana y yo volvimos a ir por la tarde a mirar aquel amontonadero de agua que cada vez se hace más espesa y oscura y que pasa ya muy por encima de donde debe estar el puente. Allí nos estuvimos horas y horas sin cansarnos viendo la cosa aquella. Después nos subimos por la barranca, porque queríamos oír bien lo que decía la gente, pues abajo, junto al río, hay un gran ruidazal y sólo se ven las bocas de muchos que se abren y se cierran y como que quieren decir algo; pero no se oye nada. Por eso nos subimos por la barranca, donde también hay gente mirando el río y contando los perjuicios que ha hecho. Allí fue donde supimos que el río se había llevado a la Serpentina la vaca esa que era de mi hermana Tacha porque mi papá se la regaló para el día de su cumpleaños y que tenía una oreja blanca y otra colorada y muy bonitos ojos. No acabo de saber por qué se le ocurriría a La Serpentina pasar el río este, cuando sabía que no era el mismo río que ella conocía de a diario. La Serpentina nunca fue tan atarantada. Lo más seguro es que ha de haber venido dormida para dejarse matar así nomás por nomás. A mí muchas veces me tocó despertarla cuando le abría la puerta del corral porque si no, de su cuenta, allí se hubiera estado el día entero con los ojos cerrados, bien quieta y suspirando, como se oye suspirar a las vacas cuando duermen. Y aquí ha de haber sucedido eso de que se durmió. Tal vez se le ocurrió despertar al sentir que el agua pesada le golpeaba las costillas. Tal vez entonces se asustó y trató de regresar; pero al volverse se encontró entreverada y acalambrada entre aquella agua negra y dura como tierra corrediza. Tal vez bramó pidiendo que le ayudaran. Bramó como sólo Dios sabe cómo. Yo le pregunté a un señor que vio cuando la arrastraba el río si no había visto también al becerrito que andaba con ella. Pero el hombre dijo que no sabía si lo había visto. Sólo dijo que la vaca manchada pasó patas arriba muy cerquita de donde él , estaba y que allí dio una voltereta y luego no volvió a ver ni los cuernos ni las patas ni ninguna señal de vaca. Por el río rodaban muchos troncos de árboles con todo y raíces y él estaba muy ocupado en sacar leña, de modo que no podía fijarse si eran animales o troncos los que arrastraba. Nomás por eso, no sabemos si el becerro está vivo, o si se fue detrás de su madre río abajo. Si así fue, que Dios los ampare a los dos. La apuración que tienen en mi casa es lo que pueda suceder el día de mañana, ahora que mi hermana Tacha se quedó sin nada. Porque mi papá con muchos trabajos había conseguido a la Serpentina, desde que era una vaquilla, para dársela a mi hermana, con el fin de que ella tuviera un capitalito y no se fuera a ir de piruja como lo hicieron mis otras dos hermanas, las más grandes. Según mi papá, ellas se habían echado a perder porque éramos muy pobres en mi casa y ellas eran muy retobadas. Desde chiquillas ya eran rezongonas. Y tan luego que crecieron les dio por andar con hombres de lo peor, que les enseñaron cosas malas. Ellas aprendieron pronto y entendían muy bien los chiflidos, cuando las llamaban a altas horas de la noche. Después salían hasta de día. Iban cada rato por agua al río y a veces, cuando uno menos se lo esperaba, allí estaban en el corral, revolcándose en el suelo, todas encueradas y cada una con un hombre trepado encima. Entonces mi papá las corrió a las dos. Primero les aguantó todo lo que pudo; pero más tarde ya no pudo aguantarlas más y les dio carrera para la calle. Ellas se fueron para Ayutla o no sé para dónde; pero andan de pirujas. Por eso le entra la mortificación a mi papá, ahora por la Tacha, que no quiere vaya a resultar como sus otras dos hermanas, al sentir que se quedó muy pobre viendo la falta de su vaca, viendo que ya no va a tener con qué entretenerse mientras le da por crecer y pueda casarse con un hombre bueno, que la pueda querer para siempre. Y eso ahora va a estar difícil. Con la vaca era distinto, pues no hubiera faltado quien se hiciera el ánimo de casarse con ella, sólo por llevarse también aquella vaca tan bonita. La única esperanza que nos queda es que el becerro esté todavía vivo. Ojalá no se le haya ocurrido pasar el río detrás de su madre. Porque si así fue, mi hermana Tacha está tantito así de retirado de hacerse piruja. Y mamá no quiere. Mi mamá no sabe por qué Dios la ha castigado tanto al darle unas hijas de ese modo, cuando en su familia, desde su abuela para acá, nunca ha habido gente mala. Todos fueron criados en el temor de Dios y eran muy obedientes y no le cometían irreverencias a nadie. Todos fueron por el estilo. Quién sabe de dónde les vendría a ese par de hijas suyas aquel mal ejemplo. Ella no se acuerda. Le da vueltas a todos sus recuerdos y no ve claro dónde estuvo su mal o el pecado de nacerle una hija tras otra con la misma mala costumbre. No se acuerda. Y cada vez que piensa en ellas, llora y dice: “Que Dios las ampare a las dos.” Pero mi papá alega que aquello ya no tiene remedio. La peligrosa es la que queda aquí, la Tacha, que va como palo de ocote crece y crece y que ya tiene unos comienzos de senos que prometen ser como los de sus hermanas: puntiagudos y altos y medio alborotados para llamar la atención. —Sí —dice—, le llenará los ojos a cualquiera dondequiera que la vean. Y acabará mal; como que estoy viendo que acabará mal. Ésa es la mortificación de mi papá. Y Tacha llora al sentir que su vaca no volverá porque se la ha matado el río. Está aquí a mi lado, con su vestido color de rosa, mirando el río desde la barranca y sin dejar de llorar. Por su cara corren chorretes de agua sucia como si el río se hubiera metido dentro de ella. Yo la abrazo tratando de consolarla, pero ella no entiende. Llora con más ganas. De su boca sale un ruido semejante al que se arrastra por las orillas del río, que la hace temblar y sacudirse todita, y, mientras, la creciente sigue subiendo. El sabor a podrido que viene de allá salpica la cara mojada de Tacha y los dos pechitos de ella se mueven de arriba abajo, sin parar, como si de repente comenzaran a hincharse para empezar a trabajar por su perdición.

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